Estos días la ciudad de Barcelona se ha discutido cómo conmemorar los 25 de los Juegos Olímpicos. El río agua lleva, y el ciclismo también tendrá su cuota.
Esos días del 92 Fabio Casartelli ganaría la carrera de fondo, entre los viñedos de Sant Sadurní… tres años después encontraría la muerte en una curva del Tour.
“L’heure s’enfuit, la vie s’arrête, la gloire reluit” (“El tiempo vuela, se detiene la vida, brilla la gloria”
El lema, grabado en el mármol gris de un reloj del sol, resume a la perfección la fugaz vida de Fabio Casartelli. En el reloj, tres símbolos marcan las horas: el alfa, fecha de nacimiento el 16 de agosto de 1970; los anillos olímpicos, medalla de oro el 8 de agosto de 1992 en Barcelona; la omega, 18 de julio de 1995, cuando muere trágicamente en el km 34 de la etapa reina del Tour (St. Girons – Cauterets) en una maldita curva de este puerto, el Portet d’Aspet.
Cada 18 de julio a las 12 del mediodía, un rayo de sol penetra a través de un pequeño orificio proyectando la luz sobre la base del monumento. El astrónomo Danilo Fioretti fue el autor de este meticuloso cálculo. Por eso su escultor, Bruno Luzzani, bautizó su obra como “Volo di Luce” (“El Vuelo de la Luz”) aunque todo el mundo conoce este monumento a la memoria de Casartelli como “La Stèle” (“La Estela”), nombre que recibe este tipo de pedestales conmemorativos con símbolos y textos.
Esculpido en mármol blanco y gris traído expresamente de los Alpes Apuanos, en la Toscana italiana, el monumento representa una gran rueda blanca dejada al descubierto por la bandera olímpica. Fue erigido cerca del lugar del accidente por los miembros de su equipo, el Motorola, y por la Sociedad del Tour de Francia en octubre de 1995. Tan sólo unos días más tarde, el 22 de octubre, Annalisa Casartelli, esposa del corredor, bautizó a su hijo Marco, de pocos meses de edad y al que Fabio no llegó a conocer, en la capilla de la Madonna del Ghisallo. Su bicicleta fue colocada, tal y como quedó después de la caída, en el altar de la pequeña iglesia en su memoria.
“La Stèle” está situada en la vertiente oeste del col del Portet d’Aspet, pasado el Pont de l’Oule y al inicio del tramo más duro de la ascensión, ya que sus cuatro últimos kilómetros son de una dureza extrema, alcanzando casi el 10% de media y con rampas del 17%. Si lo escaláis por el otro lado, con cuestas duras también en sus dos kilómetros finales, encontraréis el monumento casi al final del descenso, breve pero muy empinado, en una peligrosa curva a la izquierda, donde os será imposible evitar parar y rendir un pequeño homenaje al campeón olímpico de Barcelona 92. En el lugar nunca faltan flores frescas y otros recuerdos dejados a su paso por los ciclistas.
Todos recordaréis aquel 18 de julio. Las imágenes por televisión conmovieron a todo el mundo del ciclismo. Las palabras de Museeuw, entre sollozos (“he visto durante cinco minutos a Fabio morir delante de mí”) en la memoria. Sin apenas llegar a cumplir los 25 años, Casartelli, sin casco aquel fatídico día, moría al caer y golpear con su cabeza en un muro de hormigón. La vida lo paró en seco en aquella curva y cuando lo trasladaban de camino al hospital escaló directamente al cielo.
La historia de aquel día ya la conocéis, involucrados en la múltiple caída fueron Perini, Breukink, Baldinger y Rezze; el ganador de la etapa fue Richard Virenque, que se enteró en el pódium del accidente; y el ganador de aquel Tour fue Indurain, el quinto de Miguel.
Al día siguiente, lo recordaréis, los corredores no disputaron la etapa, entrando en meta todos juntos los integrantes del equipo Motorola. Días más tarde, Armstrong pudo dedicarle su victoria en Limoges en la 18ª etapa alzando los dedos al cielo (“It’s for you”), igual que tú también podrás homenajearlo con tu presencia en la próxima edición del Memorial Fabio Casartelli, bien en su versión cicloturista ya en septiembre o en la ciclodeportiva, un día después.
Se trata de marcha que se celebra anualmente desde 1996 con salida y llegada en Saint Girons, en la que se asciende el Portet d’Aspet y el Col de La Core, con todo el apoyo de la familia Casartelli: sus padres, Annalisa y el joven Marco que, por cierto, es el vivo retrato de su padre.
Por Jordi Escrihuela