Walter Hamilton y Endura, un tandem de lujo
Pro SL Winter de Endura, prendas de inverno para climas extremos
En sólo cuatro años Walter Hamilton ha conseguido que el ciclismo cope el 100% de su tiempo
«El ciclismo ha invadido totalmente mi vida: trabajo con bicis, monto bicis, sueño con bicicletas”
Así se expresa Walter, probador de Endura, que tanto serpentea por los giros de Sa Calobra, en la Tramuntana mallorquina, como que se pierde por el fin del mundo del parque nacional de Cairngorms en Escocia, allí donde el pasaje te pone a prueba y el clima, al límite.
Allí, en Escocia, Walter fue campeón nacional de escalada porque voló por las bestiales pendientes de Sirling´s Logie Kirk. Allí experimentó un raro placer, a caballo entre el masoquismo y el éxtasis, una forma de describir los extremos de una bicicleta y todo lo que te puede ofrecer, libertad, aire, sol, brisa y sufrimiento como el hilo que trenza tus vivencias y entra en lo más interno del alma.
Así entiende Walter su trabajo con los materiales de Endura, en sus HQ. Es la prueba del algodón, de un ciclismo visto como terreno virgen e indómito, una forma de conocer la esencia misma de la prenda, sacándole el jugo que luego sepa apreciar el consumidor.
“Cuando supe que Robert Millar ganó el campeonato escocés de escaladores el año que yo nací, lo quise para mí. No hay trofeo, ni nada similar, pero saber que dirán mi nombre cerca del suyo ya me compensaba, igual que estar en el listado de Boardman y Malcom Elliot” prosigue.
Y es que rodar a 40 por hora le destruye por dentro, te exige tal energía que te vacía, y sin embargo “cuando paro, pienso porqué no otra vez”. Esto es así, un proceso único en el deportista que siente su deporte como el cincel que moldea su vida.
En el placer de subir una montaña hay varias fases, la de poner el corazón en su umbral y luego apretar un poco más, en ese margen, ese pequeño lapso está la mejora para la próxima vez dar un poco más. Es un momento puntual, cuando todo indica que no puede dar más de sí, se ignora y se logra porque cuando cruzas la línea, el ahogo del esfuerzo superlativo desaparece si lo has hecho bien.
Porque Walter entiende del ciclismo de la sensación, sin SRM ni medidores, es pura y dura sensación sobre la maquina, una máquina que es virgen si es de acero, porque de él sabe sacar las mejores virtudes y el aspecto más perfecto cuando lo coge entre sus manos, lo mira y trabaja para restaurarlo, porque así sabe de las raíces, como de la Vitus con la que Millar ganó la montaña del Tour del 84.
Italia y Francia son para él, la cuna, los abrevaderos donde la bicicleta.
“El año pasado restauré una Gios Torino para un cliente que quería participar en L´ Eroica. Me envió una foto, diciendo que quería ser Roger De Vlaeminck”.