Este sábado, una semana después del mundial, es el Giro dell´ Emilia, una de esas joyas que pervive en el tiempo y sobre los tiempos.
En Bolonia no hay rincón que no se subleve en una arcada. Es eso, una sucesión de arcos, de espacios interiores, ajenos a la intemperie. Un urbanismo paralelo, íntimo, a veces oscuro, testigo de negros eventos y peores presagios.
Donde la ciudad pierde su nombre, trepa un tentáculo de ese pulpo callejero, es una arcada, desde Porta Saragozza, que arranca no lejos de San Petronio y los grandes templos de la gastronomía boloñesa, una arcada que al principio es llana, paralela a la vía y que en el espectacular Arco del Meloncello, corre montaña arriba para concluir en San Luca, iglesia que por fuera promete una belleza que no se corresponde con el interior.
De entre los lugares que el ciclismo marca en la geografía, éste de San Luca no es el más conocido, pero aquí siempre lo hemos tenido como especial, muy especial. Porque en pocos sitios el ciclismo entra en comunión con el lugar como aquí, con la carrera, los ciclistas subiendo paralelos a una arcada barroca que cobija peregrinos desde el siglo XVII hacia las entrañas de la basílica de arriba.
Una basílica que es el teatro, el escenario de una de esas carreras que perviven a pesar de los tiempos del ciclismo superprofesionalizado, el Giro dell´ Emilia. Recuerdo una vez que escribimos de ellos, y como desde un humilde despacho boloñés consiguen sacar adelante una competición que es un oro, un asidero a donde agarrarse porque todo es pequeño, cercando y amigable, como era el ciclismo que movía masas en la belle époque.
San Luca tiene, desde abajo, desde el tramo llano, 666 arcos, la cifra de la bestia, y acoge llegadas del Giro della Emilia desde hace unos años, los suficientes para ver ganar a Jan Ullrich, Gilberto Simoni, Michael Boogerd, Nairo Quintana y el más reciente, Esteban Chaves. San Luca, un sitio que se cincela en grandes nombres del Giro de Italia, que vio ganar aquí a Moreno Argentin y Simon Gerrans.
Italia es esto, el sitio que se creó para que el ciclismo fuera más bello, el envoltorio perfecto para que este deporte encuentre donde hacerse grande, pero también cercano, un país que sigue presentando un calendario de final de temporada riquísimo, denso y variado, con un muestrario de carreras que ha sobrevivido a los tiempos de la crisis, que por esos lares fue también cruda.
Y todo porque al final del camino hay un monumento, está Lombardía con sus pocas hojas muertas.
Imagen tomada de Villani