La primera gran muerte de la historia del ciclismo

Francisco cepeda el velodromo

El pasado 12 de julio de hace ochenta años, Francisco Cepeda falleció compitiendo en el Tour de Francia, siendo el primer ciclista que perdió la vida en la carrera más importante. Queremos recuperar este extracto de “El primer campeón“, pues Cepeda fue compañero de Mariano Cañardo.

Aquella muerte se produjo en un sitio que el último Tour tuvo en la ruta, el descenso del Galibier, por Lauratet, hacia Le Bourg d´ Oisans, en la jornada que ganó Pinot en Alpe d´ Huez. Así fueron aquellos días y la convivencia entre ambos:

Entre Amélie-les-Bains y Barcelona pasaron los meses que dieron la bienvenida a 1931. Mariano arrancó algo más pronto la campaña, un inicio aguado por su amigo y gran velocista José Cebrián Ferrer, quien le ganó el Gran Premio de Calatayud. Aquello fue en marzo. Poco después le reclamaron de Francia para disputar la Mont Faron, donde un choque, literalmente hablando, con Montero durante la salida lo dejó parcialmente fuera de combate, haciéndolo hacer a una posición discreta. A aquella cita, al margen de Montero, viajó con Mariano Francisco Cepeda, a la postre el mejor de los tres.

Cepeda fue un ciclista vizcaíno, buen profesional, con palmarés eminentemente doméstico. Sin embargo su recuerdo se asocia con el descenso del col del Galibier, y más exactamente en la carretera que desciende del Lautaret a Bourg d’Oisans, trecho donde se dejó la vida en el Tour de Francia de 1935. Cepeda fue el primer ciclista que perdió la vida en la Grande Boucle. Con Vietto y compañía bajando temerariamente, Cepeda se dispuso a darles caza, hasta que un coche le atropelló provocándole una caída que le hizo imposible continuar.

Los sanitarios le atendieron sobre el mismo arcén pero no hubo manera, el corredor no presentaba signo alguno de recuperación y se lo llevaron con urgencia al hospital de Grenoble. Allí las horas iban pasando sin síntomas de mejoría. A última hora de la noche, con el corredor aún sin conocimiento, se decidió practicarle una trepanación, pero su suerte estaba echada.

Cepeda falleció aquel 12 de julio. Sus compañeros, los pocos españoles que quedaban en carrera, quisieron estar con él en un momento donde la victoria que se disputaban Romain y Sylvère Maes, Ambrogio Morelli y Félicien Vervaecke, quedaba convertida en una nimiedad. La muerte de Cepeda fue un antecedente doloroso y gravísimo en la historia del ciclismo. El pelotón ya no soltaba un genérico “sois unos asesinos”, como el de Lapize veinte años antes, cuando les hicieron atravesar los Pirineos a merced de los lobos; ahora se hablaba de materiales deficientes, de seguridad precaria y de condiciones míseras. Los artistas del circo eran, paradójicamente, los peores tratados. Eran la purria del negocio, cuando efectivamente eran la clave de bóveda de todo.

Cepeda tuvo una amplia relación con Mariano, de hecho compitieron en pista haciendo pareja en alguna ocasión y ambos estaban juntos en aquel Tour de negro recuerdo. La edición de 1935 del Tour fue la vigesimonovena de la carrera más prestigiosa. España se presentó con un combinado interesante que estaba formado por Trueba, Ezquerra, Cardona, el mentado Cepeda y Mariano, entre otros. Un buen plantel a priori, pero un desastre desde el primer minuto de competición.

Mariano lo dejó en la quinta etapa, sumido en un mar de anonimato en el que nunca llegó a estar por encima de la quincuagésima plaza. Se dijo mucho y se escribió más. “Son tantas las cosas que he leído que ya ni me enfado”, dijo en un primer momento. Luego argumentó: “No es cierto que Trueba nos indujera a abandonar. Trueba no carbura y decidió dejar la carrera. Ezquerra perdió en la etapa del Ballon d’Alsace toda confianza en lograr una buena clasificación y eso le desmoralizó. Yo no podía con mi alma y de un momento a otro esperaba que me pusieran la linterna. Ya veía la llave cerrando el control. Cuando uno no marcha no es necesario que vayamos malgastándonos inútilmente por la ruta”. Mariano supo del terrible desenlace para su compañero Cepeda, el peor de los posibles, cuando aún se albergaban esperanzas de recuperación.

Texto de “El primer campeón, el mundo que vio Mariano Cañardo

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