Lo Froome ya lo hicieron Anquetil e Hinault

Los dobletes, eso tan perseguido en ciclismo, eso que te hace singular, porque pocos lo han logrado y ocurren de tanto en el tanto.

El doblete por excelencia del ciclismo es el Giro + Tour. Es la forma más sublime de plasmar el dominio sobre las dos grandes más antiguas, con más años de historia en común en los meses más intensos “ciclísticamente” hablando.

No vemos uno desde hace caso veinte años. Marco Pantani lo cuajó en aquel aciago 1998. Luego vendrían dos que se quedaron en el camino. Alberto Contador al menos ganó el Giro pero en el Tour no estuvo al nivel exigido. El esfuerzo de Italia pasó factura en Francia.

Hace un año por estas fechas Nairo Quintana empezaba a barruntar un posible doblete, Giro + Tour, quizá lo hiciera en la intimidad, aunque todo indicaba que era dificil. Quedó segundo en la bota y perdido en la general del hexágono. Al colombiano el reto le quedó grande.

Pero había otro plan, el de seis semanas de Froome. De julio a septiembre, en el ocaso del verano, cuando las tardes pierden minutos de luz y el sol cae más plano Froome fue a por el doblete y sí, lo ha logrado.

La singularidad de Froome y su logro no sólo se ciñen a la peculiar forma de montar en bicicleta del inglés, tan arqueado, tan abierto de brazos, tan fijado en el manillar o CRM, qué sé yo. La singularidad del campeón inglés se ve en quien ha logrado el antecedente.

Decir que Jacques Anquetil y Bernard Hinault lograron Vuelta y Tour antes que Froome es tomar conciencia de la importancia que está adquiriendo el campeón del Sky en la historia del ciclismo. Cabe el matiz: los dos franceses lograron su doblete cuando la Vuelta era en abril. Eso implicaba más incertidumbre meteorológica y más tiempo entre una y otra carrera. Es lo que había.

 

Año 64. «Le bon vivant», Jacques Anquetil es Dios, ese ciclista que rozaba, que coqueteaba con la perfección sobre la máquina se había ido de la Vuelta jurando en hebreo un año antes frente a Rudi Altig, alemán de carácter. Anquetil volvió a España para poner la triple corona en su palmarés extenso y exquisito. Se la llevó.

A los dos meses haría lo propio con el Tour de Francia que Federico Martín Bahamontes le puso carísimo, con aquella formidable etapa del Col de la Forclaz y Chamonix, donde Anquetil jugó sabiamente con los desarrollos y peso de su bici al tiempo que gestionó lo arrebatos del toledano. Fue uno de esos días que  Jeannine acicalaba y ponía guapo al astro para subir perfecto al podio.

Año 78. En el pelotón hay un tío que crece. Es bretón y tiene muy mala hostia. Bernard Hinault aterriza en la Vuelta con una pírrica nómina de rivales, especialmente españoles en horas bajas. Ganaría con claridad. Era su primer grande, un golpe en la mesa vestido con otras cinco etapas.

Luego vendría el Tour, el primero de los cinco que ganaría. Terrible. Este chaval no sólo habla en la carretera, es líder de facto. A su dominio en la competición, Hinault le une el comando del pelotón en momentos de crispación. La organización del Tour tensa el cansancio de los corredores en los Pirineos. Sitúan un final de etapa en Pla de Adet que entre pitos y flautas pone a los corredores en el hotel cerca de la media noche. Al día siguiente se toca diana en Tarbes a las cuatro y media.

Cabreados, los ciclistas la lían con Hinault en cabeza. Es la etapa de Valence d´ Agen en cuya meta los corredores entran a pie con el pueblo esperando horas e Hinault al frente. Había nacido una estrella que en su primera gran campaña se llevó Vuelta más Tour, el otro doblete, el que ya tiene Froome.

Imágenes tomadas de FB de La Vuelta, INA y Cycling History 

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