El Tour entra en Italia, y en un descenso arriesgado Thomas Voeckler de líder hace un recto…
«He tenido suerte de no acabar en un hospital».
Así se quejaba, con sus típicas muecas, Thomas Voeckler nada más cruzar la línea de meta de la 17ª etapa del Tour de Francia de 2011.
Y al menos esta vez, lo hacía con razón.
Líder por sorpresa de aquella ronda, atacó como es habitual en él (con más ganas de dar espectáculo que fuerzas -por otro lado, algo de agradecer-), en la cima de la Côte de Pramartino, cerca del pueblo de Pinerolo, situado en la región del Piamonte en el noroeste de Italia.
Pero aquel día Voeckler no reparó en el descenso del puerto.
En un momento dado, en la retransmisión en directo de la carrera, las cámaras de televisión le sorprenden dando media vuelta, montado en su bici, en la terraza de una vivienda particular. Una acción un tanto perpleja.
Nadie sabe lo que ha pasado hasta que por fin se ven las imágenes repetidas del incidente en las pantallas.
En ellas se aprecia como el corredor francés hace un recto con su bicicleta en una cerrada curva a la izquierda, saltando por encima del arcén «volando unos metros con los ojos cerrados», como él mismo comentaría después.
La escena había escapado del directo del realizador del Tour, pero no para Luca Bianciotto, un joven de 16 años que no perdió detalle de aquella peripecia.
El adolescente, vecino junto a otras tres familias en aquella dirección (en el número 25 de la vía Pramartino), estaba apoyado en el balcón de la terraza, grabando con su móvil el descenso de los corredores. Así pudo inmortalizar con su teléfono aquel preciso instante.
Y lo colgó en YouTube.
Su video «La maglia gialla, Voeckler, nel mio cortile!» («El maillot amarillo, Voeckler, en mi jardín») ha tenido más de cinco mil visitas en el popular canal de internet. En él, se oye al chico reír a carcajadas mientras se suelta con un francés burlón «voilà, voilà» mientras Voeckler toma la dirección correcta para salir del atolladero.
Tampoco fue una casualidad que el muchacho estuviera allí apostado porque sospechaba, con argumentos, que la curva iba a sorprender a unos cuantos, como así fue:
«Una semana antes pasó por aquí mismo una carrera de amateurs. A cinco corredores les pasó igual y fueron a parar a la terraza. Otro chocó contra el poste de la señal que hay delante de la finca con tan mala suerte que se golpeó en la cabeza y lo tuvieron que llevar al hospital. Menos mal que para el Tour abrimos la valla enrejada de la vivienda porque si no Voeckler se habría estrellado contra ella»
Explicaba el joven Luca.
Como medida de precaución, los vecinos de la copropiedad aparcaron los coches en el garaje porque normalmente siempre los dejaban afuera. Tampoco se olvidaron de meter en casa a Toby -un simpático perro labrador, habitual del lugar-, ya que su propietaria Ama Biancatto se encontraba de vacaciones en familia en la Costa Brava.
La propia Ama contó su anécdota mientras veía por la televisión el final de etapa y la ya famosa repetición del «todo recto» de Voeckler:
«No me lo podía creer y empecé a gritar: ¡El maillot amarillo está en mi terraza! ¡El maillot amarillo está en mi terraza».
A todo esto Enrico, el marido, seguía la carrera en la pantalla gigante de un gran centro comercial. En la imagen, enseguida reconoció al hombre del polo amarillo que ayudó al líder del Europcar a reprender la marcha:
«Era Ugo Griva, el vecino de la finca de enfrente».
En efecto, Ugo tiene su minuto de gloria cuando se encuentra en aquella situación con un Voeckler furibundo, no sabiendo si debía ayudarlo o no.
Pero el francés le gritó «poussez, poussez» y no dudó en echarle una mano para que se volviera a subir a la bici para continuar en carrera, algo que le agradeció con un escueto «merci».
Desde entonces, y como no podía ser de otra manera, después de aquel 20 de julio de 2011, la terraza del número 25 de la vía Pramartino se convirtió en lugar de culto y peregrinaje para cientos de cicloturistas:
«Los meses siguientes vimos a muchos ciclistas tomar recta la curva, con toda la intención, para rememorar la escena y tomar algunas fotos»,
Explicaba un sonriente Enrico, mientras en aquel momento unos tanques del ejército circulaban por la carretera y sus conductores tomaban las suficientes precauciones de marcha, frenando si hacía falta para trazar bien la curva, y mirar de no molestar por enésima vez la siesta de Toby.
Por Jordi Escrihuela